El baño mi confidente I
Aquel espacio de metro y medio por cuatro
metros de largo… es mi espacio, es mi amigo, es mi mundo. Para mí es más que aquel lugar
en donde me baño, me mimo y que recibo placer de mí mismo al quererme,
abrazarme, ver como esta mi cabeza, manos, hombros, pecho, estomago, en
fin… Las partes de mi cuerpo. Hoy en día puedo decir, que me considero
una persona que siempre he actuado desde el sentir y soñar, pero, construyendo,
muchas de las cosas que he realizado en mi vida han sido planificadas, analizadas
y meditadas en frente de la ducha. Justamente minutos antes de abrirla e
iniciar a bañarme, mis procesos de transición y empoderamiento especialmente.
Decisiones, del como dirigiré mi vida y que haré con cada una de mis
etapas de crecimiento, así mismo de cada uno de los procesos que enfrentare,
hasta de cómo es que algún día moriré.
Si, hasta de como moriré…
Hoy quiero escribir y compartir un momento de
mi vida que pasé en mi adolescencia y que analicé sigilosamente en mi
baño, mi confidente…
Un martes de agosto del año 2004, tuve mi
primer sentimiento de atracción por una persona. ¡Era extraño!, era como si esa
persona tuviese un imán que hace que yo me acerque y siempre este viéndolo, y
que en su momento se convirtió para mí, en lo más bello sobre la faz de la
tierra. Causaba en mí, muchas “cosquillas” en el estómago. El morbo por primera
vez me envolvía en su máxima expresión. Fue incontrolable aquella sensación de
apego imaginario, que se apoderó de mí. Y… tuve que acudir a mi amigo, mi ayudante,
mi confidente.
¿Me siento feliz? —Pregunté
Si— me dije.
¿El será feliz? — pensaba yo.
Simplemente— No tuve respuesta.
¿Sabrá que existo? —Y tuve un sentimiento de
frustración e incógnita.
Averígualo— me dije.
Esta persona a quien yo tanto admiraba, y que
para mí en esa etapa de mi vida se convirtió en el mejor o peor maestro, en la
búsqueda de mi identidad. Era mi vecino, un hombre de 32 años y yo 13, en esa
etapa de mi vida, que comencé a analizar los diferentes estilos de
relaciones que existían. Y me refiero a las “normales” en donde las conforman
las parejas heterosexuales (hombre-mujer). Mi mundo se hacía pequeño pensando
en las dificultades que podría enfrentar en la vida social, si la gente se
diera cuenta de que tendría relaciones “no normales” según el contexto. Pero en
ese momento ganaba más el morbo de verlo, abrazarlo, tocarlo y sentirlo, estaba
casi convencido que tendría que acercarme para ver que podría obtener, sin que
nadie se diera cuenta. Lo veía como en las novelas sobre los (amores prohibidos
y secretos).
En una de las noches en donde el grupo de
amigas y amigos que teníamos edad en común, estábamos jugando en frente de la
casa de este hombre, que me gustaba mucho.
Es mi oportunidad— Dije.
Jugamos y jugamos, mientras las madres llamaban
a cada uno de sus hijos e hijas.
¡Chavaaaalo, chavala! vení a acostarte
que mañana vas a clases— Gritaban las madres.
Y uno a uno se retiró a su casa. Solo
quedamos el hermano menor del maje que me gustaba (que es de mi edad) y yo.
Como éramos los olvidados, los necios, los malcriados, no nos llamaban. La
noche se tornó más interesante cuando me propone mi amigo que veamos
películas en su casa, pero allí estaba el hermano mayor. Así que me pidió que
me portara muy bien. (Si me preguntan que si lo escuche) ¡NO! Yo
estaba emocionadísimo por ya entrar a la casa y ver “películas”.
Yo reía de la nada, sudaba, me ponía rojo, temblaba, me emocioné tanto de estar a
su lado que tuve demasiadas cosquillas en el estómago que me dieron nauseas.
Fue raro, estaba demasiado nervioso, solo con tenerlo alado y sentir su
perfume. Y mi mama que no me llamaba, y de repente el mando a dormir a mi
amigo. ¡Casi morí!
Estaba temblando más, sabía que el baño no se
había equivocado—Pensé.
Para disimularla un poquito, fui a afuera de su
casa para ver si mi mama ya había apagado las luces y así darme cuenta de que
estaba dormida. Y en efecto así era. Regrese a la casa del maje.
Mi mama me dejó afuera—Le dije con cara de niño
mimado.
Pues si querés, podes quedarte aquí—Dijo con
esa sonrisa sarcástica que inmediatamente descontrolaba las cosquillas en mi estómago.
¡Esa risa la amé!
No quise apresurarme esa noche, ya tenía
realizado el primer paso de acercamiento, me relajé y las películas diario en
las noches se convirtieron en una actividad fija de los dos. Era lindo, era
enigmático todo aquel misterio que me rodeaba y me gustaba. Hasta que un día,
el baño me orientó otra cosa mucho más atrevida…
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