En la sinfonía de la protesta, hay voces no tan inocentes
Una mirada a las protestas insurgentes prefabricadas por las mismas relaciones de poder.
Por: Bayardo Siles
No tan conocida, pero existente desde todos los tiempos, es el uso de la Violencia Sociopolítica como herramienta de conflicto, la más insidiosa y la menos visible.
En nuestros tiempos, vemos que las confrontaciones entre la población y sus Estados se están incrementando. Los sectores sociales están demandando con más fervor al autoritarismo estatal. Sin embargo, paralelamente, observamos grandes avances en la creación y aprobación de políticas públicas que reconocen a estos sectores, reafirmando que la cosa pública es de conocimiento y propiedad abierta inherente a los ciudadanos. A través de la protesta, logran un resultado puntual para ordenar una situación y no mantener un conflicto vivo.
Por otro lado, observamos que existen personas y colectivos que crean y/o se aferran a situaciones que responden a ideologías coyunturales, crisis económicas, situacionales y emocionales. Estas personas han caído en el fracaso o el éxito en esta sociedad de consumismo programado, siempre confrontando, contradiciendo y responsabilizando al sistema patriarcal, neoliberal y capitalista en el que se asienta toda nuestra existencia y convivencia.
No olvidemos a los protagonistas estrella de este artículo: los grupos de poder. Aquellos que recibieron el poder como si fuera una herencia familiar gestada desde que los criollos tomaron las riendas tras la independencia de España, y los actuales populistas y políticos de la era actual. En medio de discursos prefabricados, encubriéndose en una causa social, arrebatan el poder para realizar las mismas o peores acciones que afectan a la mayoría de las personas. En el proceso de llegar a la cúspide, ambos grupos ejecutan estrategias en el uso y abuso de la fuerza, utilizando a las personas más vulnerables como ‘carne de cañón’, y al final crean crisis políticas consensuadas entre ellos.
Parecerá una hipótesis extraña, pero resaltaremos en este escrito que muchas de estas causas sociales responden a los vientos neoliberales, dinamizados por la necesidad de encubrir ideológicamente la liberación de los procesos de mercado. Diseminan con éxito diversas “pruebas” sobre la incurable ‘ineficiencia del Estado’ y, cuando no les conviene la conversación con el poder, utilizan el poder popular para presionar a quienes no están respondiendo a los intereses negociados.
Según el resumen del sociólogo costarricense Manuel Rojas (Campos, 2022):
El concepto de clase política se entiende como “el conjunto de personas que se dedican profesionalmente a la política o que ocupan cargos en la cúspide del Estado costarricense, por efecto de elecciones periódicas…”
Y es que, para estar en curules, no se requiere de la carrera de Ciencias Políticas. A diferencia de la medicina, donde sí se debe ser médico general para ocupar el puesto. Pero bueno, tampoco tenemos tantas esperanzas en una sociedad que se especializa en actos de corrupción desde las aulas de la universidad que estudia las Ciencias Políticas de la actualidad.
Los investigadores políticos, sociólogos y criminólogos norteamericanos ya desde la década de los setenta han analizado que la política no es solo cuestión de poder e intereses, sino que también abarca la provisión y defensa de símbolos: procesos de “elaborating symbols” y “summarizing symbols” (los cuales tienen también un potencial emotivo y manipulativo) o la eliminación y concreción de los símbolos (los cuales solo tienen una relación vaga con la realidad preexistente, y con ello desarrollan una capacidad de crear una nueva realidad aparente y ficticia). (Hassemer, 1995)
Cabe mencionar que en esta pequeña opinión no hemos mencionado ni relacionado a la pobreza y la delincuencia como tal. Porque estas actualmente están percibidas como actos puntuales que solo se corrigen por medio del castigo, la aprehensión. Pero no queremos dejar pasar que estas, al igual que las acciones sutiles de la violencia social, son resultado de un historial con un diseño estructural a lo largo del tiempo, consecuencia de planes y acciones que responden a los poderosos.
A modo de conclusión:
Es importante destacar, aunque poco mencionado, nuestra intención de reducir el estigma de violencia y delincuencia relacionada a la pobreza y los sectores históricamente marginados. Mucha de esta responsabilidad debe ser atribuida a quienes toman decisiones basadas en intereses personales en el ejercicio de la política y que utilizan a la misma población para confrontarse entre sí, dejando como resultado un conflicto civil como última instancia y los responsables de los graves daños sin su respectivo pago por lo ocasionado.
Es un hecho que existe la manipulación de los sectores más vulnerables. En este artículo, condenamos el silencio imperante que beneficia y beneficiará por siempre a los más poderosos, a quienes la justicia no alcanza.
Bibliografía:
Campos, A. (2022). Violencia Social. San José: EUNED-ILANUD.
Hassemer, W. (1995). Derecho Penal Simbólico y Protección de Bienes Jurídicos. Santiago de Chile: Editorial Jurídica Conosur.