domingo, 7 de enero de 2024

Australia de ensueño.



Australia de ensueño

Si despierto, olvido todo lo vivido.

En una tarde del domingo siete de enero de 2024, vuelvo a mirarme al espejo para ver cómo se encuentra cada parte de mi cuerpo. También hago un pequeño recorrido mental con el reciente cambio. Y es que, en el último año, se ha cumplido lo que con muchas lágrimas pedí al universo: irme muy lejos. Tan lejos de las agresiones de un sistema en decadencia. Un sistema empobrecido, viciado, al que entregué tiempo, esperanzas, recursos personales y sueños que fueron desechados porque no permitieron o no quisieron avanzar a un estado de conciencia mayor, de respeto y educación para vivir los últimos días de esta tierra que se acerca a su fin. Dándome cuenta de que ya ningún proyecto de energía renovable, o la causa social más mercantilizada que una misma transnacional arrasadora de recursos naturales, puede ni siquiera ganar tiempo para salvarnos a los seres humanos. Y con ligeros pensamientos de que muchas veces nos merecemos a esos villanos que al final son electos por nosotros aplicando lo que realmente nos representa.

Me encuentro en Australia, al otro lado del mundo desde mi país de nacimiento, Nicaragua. Me vine después de pasar cuatro años y medio exiliado en Costa Rica, un país vecino. Refugiado por haber protestado en mi país por mejores reformas para el rescate del seguro social nicaragüense, por mejor administración de los recursos públicos en las universidades y su autonomía, por promover y defender Derechos Universales para las personas diversamente sexuales y, sobre todo, porque mi familia y la familia de todos pudiesen tener la oportunidad de acceder a una educación integral basada en una realidad progresista para todas las personas.

Me conflictúo por un momento y me digo: ¿Es esta una actitud derrotista? ¿O esto que experimento es resignación? Yo, Bayardo Siles, un inspirador de procesos educacionales, el que sonreía mucho y se inventaba cada juego para mantener una sintonía de aprendizaje y desaprendizaje, ahora no soy el mismo. Me siento poco inspirado y con escepticismo sobre que el ser humano quiera escuchar en su carrera interminable por comprar, vender, consumir. Y que, debería de abandonar lo que sé hacer.

En esa línea de trabajo de dejar a un lado ese pasado reciente, me doy cuenta de que el primer paso lo di cuando me subí a ese avión y viajé por cuatro días. Dejando atrás a muchas personas y recuerdos agradables y desagradables. Sentí que comenzaba a gestarse un nuevo ser humano el cual iba a ser yo mismo el encargado de maternar, criar, educar y, sobre todo, cuidar de los recuerdos que afectan mi ánimo, mi energía, mi apetito y mi autoestima. Es como un capítulo nuevo en continuidad de ese mundo paralelo que me he creado como si estuviera dormido y no quiero despertar para no recordar.

Vivir en un sueño del que no puedo salir es una experiencia extraña y maravillosa. Desde hace algún tiempo, me encuentro atrapado en un mundo de ensueño que parece sacado de mi imaginación más profunda. Cada día, me despierto en un lugar donde los límites de la realidad y la fantasía se entrelazan de una manera mágica.

En este sueño eterno, las leyes de la física y la lógica se doblan a mi voluntad. Puedo volar por los cielos como un pájaro majestuoso, nadar en los océanos más profundos sin necesidad de respirar, o simplemente caminar por tierras exuberantes que cambian de forma y color a mi antojo. La belleza de este mundo onírico es indescriptible, con paisajes deslumbrantes y criaturas que solo existen en la imaginación.

Pero lo más asombroso de este sueño es que puedo interactuar con personas que han sido importantes en mi vida, incluso si ya no están en el mundo real. Puedo conversar con mi abuelo, quien falleció hace años, y disfrutar de su sabiduría y humor como si nunca se hubiera ido. También puedo reunirme con amigos de la infancia y compartir risas y recuerdos.

Sin embargo, a medida que el tiempo avanza, empiezo a sentir la extraña paradoja de disfrutar de este sueño sin fin. Aunque es un paraíso personal, a veces me pregunto si me estoy perdiendo experiencias en el mundo real. Extraño el olor de la lluvia en un día de verano, el calor del sol en mi piel y las conexiones humanas que solo se pueden encontrar en la vida real, que se despiertan en mí, al estar solo dos noches y dos días y medio con mi novio.

A medida que pasan los días, me encuentro debatiendo si debo intentar salir de este sueño o quedarme en este mundo de maravillas que he creado. La idea de volver a la realidad es aterradora y desconcertante. ¿Qué pasará con todas las personas y lugares que he conocido en este sueño? ¿Desaparecerán para siempre? No quiero olvidar a mi mamá, mis hermanas, sobrinos, mi mami Tina, a Yasy. Para mí, el despertar sería dejar de sufrir por extrañarlos.

Aunque me encuentro atrapado en este sueño, mi amor por la realidad sigue vivo en algún rincón de mi mente. Quizás, algún día, tomaré la valiente decisión de despertar y enfrentar el mundo real, pero por ahora, sigo explorando las maravillas de este sueño del que no puedo salir. A pesar de las dudas y los dilemas, es un viaje asombroso que estoy dispuesto a seguir disfrutando. Y es que, posiblemente, es el mundo que me salvó la vida.


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